martes, 28 de agosto de 2012

¿Hay vida después de la muerte?


Debe ser el misterio que desvela a todo ser humano desde que tiene uso de razón. Y no encuentra respuesta el hombre, por más que se lo pregunte una y otra vez.

Pero él sabe que hay una respuesta. Lo que no sabe es dónde está. Duele saber que para hallarla, haya que morirse.

Es la pregunta de las preguntas.

Pero el precio por conocer la respuesta es alto.

Quizás no la tenga ningún mortal. Pero hay versiones:

Sí, hay vida y si te portaste mal en la tierra vas a parar al infierno, y si te portaste bien, al cielo.

En el infierno hace calor, la gente está desnuda y hay fiesta todo el día.

En el cielo leen la Biblia y cantan el Ave María todo el día.

El mundo está loco. Por eso todos quieren ir al cielo.

Al margen, parece que los perros tienen pase directo.

No, no hay vida después de la muerte, dice otra versión. La vida es esto que ves acá, y se acabó la discusión. Esta tendencia está ampliamente difundida por los vendedores de Garbarino que son los más fervientes portavoces del aquí y ahora.

Si, hay vida y es la reencarnación, dicen otros. Lo que no explican es cuál es el criterio con el que se define en qué debe reencarnar cada uno, ni quién se encarga de definirlo. Debe estar tercerizado en una consultora de recursos humanos. No tengo dudas.

Si, hay vida pero no hay ni cielo ni infierno ni nada, se escucha en boca de otros. Las almas flotan en el éter tras la desaparición física del ser. Por ejemplo, en estos momento hay un montón de almas en una sala de cine, que aprovechando su transparencia, se colaron para ver la última de Batman.

Yo no adhiero a ninguna. Sigo esperando a ver qué pasa. Ya voy a tener, o no, respuesta alguna.

Mientras tanto disfruto este aparato que no sé ni cómo se llama ni para qué sirve, pero que compré hoy porque la vida hay que vivirla en vida, sobre todo si se puede pagar en 24 cuotas y se dispone de garantía extendida.




1 comentario:

  1. Lo cierto es que, independientemente de lo que hagamos o dejemos de hacer, no hay forma de cancelar a la muerte. El conocimiento directo del ser que se da cuenta que va a morir es lo que templa el espíritu. Todos los seres vivos mueren. Antes de ser concebidos, no existíamos, y sin embargo... ahora existimos. Morir implica dejar de percibir; dejar de ser.

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